Escrito por D.L, Moody www.entrecristianos.com 07/24/2008
"Necio, esta noche vuelven a pedir tu alma." Lucas 12:20
OIGAMOS todos lo que el Salvador tiene que decir. Esto está registrado en el capítulo 12 de Lucas, versículo 16: "Y refirióles una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había llevado mucho; y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿qué haré, porque no tengo donde juntar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis alfolíes, y los edificaré mayores, y allí juntaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes almacenados para muchos años; repósate, come, bebe, huélgate. Y díjole Dios: Necio, esta noche vuelven a pedir tu alma; y lo que has prevenido, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico en Dios."
Algunas personas piensan que fue rudo que el Salvador llamara "necio" a un hombre. Cuando alguien es llamado en la Biblia un necio, eso significa que éste carece de discernimiento espiritual, o que él está viviendo sin Dios, o que es un hombre que no toma en serio al pecado, o un hombre que dice: "No hay Dios". Ahora bien, encontramos que este hombre, en la vista de otros, era lo que llamaríamos "un hombre muy exitoso". Usted podría llamarlo "un hombre noble". No tengo duda alguna de que él se situaba bien en la comunidad donde vivía. Lo situamos en el valle del Jordán [como un caso imaginario pero que podría representar a muchos caso verdaderos que se dieron allí]. Él quizás, tenía una de las mejores haciendas que habían en el valle. Él vivía en el más maravilloso día de la historia del mundo.
Nunca hubo antes que él justo un día así, y desde entonces nunca lo ha habido. Imagino que Juan el Bautista predicó cerca de su casa. Desde la puerta en el frente, él podía ver el gran gentío agolpándose, día tras día, afuera en el lugar desierto para oír a este maravilloso predicador. O, Juan venía desde el desierto de Judea día tras día a aquel valle, y podría haber sido que la hacienda de este hombre estuviera tan cerca que él podía oír aquella voz cuando salía de los labios de Juan de un extremo al otro del valle: "Arrepentíos, que el reino de los cielos se ha acercado". Podría haber sido que el Salvador, después que Juan fue decapitado, predicara también allí, dentro de un cuarto de milla de la hacienda de ese hombre.
Cuando él envió los Setenta, de dos en dos, ellos podrían haber llegado al vecindario de ese hombre para predicar; y no tengo duda alguna que él dijo, como muchísimos hombres de negocios hoy: "No puedo ir a oír a ese predicador, el negocio debe ser atendido. Debo cuidar mi hacienda. Estoy acumulando riquezas para esta vida". No conozco de una ocupación más honorable que la del granjero. El negocio de este hombre era correcto en todo; no se puede encontrar ninguna falta en éste. Ahora, hay algunas cosas que no fueron dichas. No se nos ha dicho que él fuera un hombre deshonesto, o en apuros, o que él acopiara reservas para especular, e hizo su dinero de esa manera, o que él hiciera trampas a la viuda, o que quebró y pagó "cincuenta centavos por dólar", o que rentaba su propiedad para casas de prostitución o vinerías.
Me aventuro a decir que si usted hubiera vivido cerca, habría encontrado todos sus vecinos hablando muy favorablemente de él, y llamándolo "un muy astuto, muy previsor y exitoso hombre de negocios." Él tenía buena mercancía de Egipto, y alguna de Siria. Nadie encontraba defecto con su mercancía. Él tenía el mejor ganado en el valle y nadie tenía mejores caballos o mulas. Él tenía las mejores ovejas de esa región. La hacienda estaba resguardada; todas las cercas estaban bien; hermosos árboles para dar sombra; hermoso césped en frente de la casa --todo muy prolijo y ordenado. Quizás alguno de ustedes podría decir: "Ese hombre es bastante bueno; déjenlo tranquilo". Me aventuro a decir que si hubiera sido un ciudadano de Boston, lo habrían hecho un Anciano o un Diácono.
Cuando se volvió un hombre exitoso, un hombre próspero, tenía buenos antecedentes. Él no se embriagaba. Su carácter se mantenía muy, muy alto. Su palabra era tan buena como sus contratos. Todos los hombres que empleaba hablaban bien de él. Ellos nunca pensaban en una huelga, porque les caía bien. Usted no puede encontrar realmente nada contra el carácter de este hombre, ¿podría hacerlo? Y sin embargo el Salvador llama a ese hombre un NECIO. ¿Cuál es el problema? Me parece que el problema era justo lo que sigue: Ese hombre trabajó, y poseyó, y planeó. Desde la cuna hasta la tumba, ¡justo este pequeño, corto, breve tiempo señalado de toda la vida reservada para él! No sabía nada, o no le importaba nada, acerca de la otra vida.
Él podía haber ido a la iglesia; podía haber ido a Jerusalén a todas las fiestas religiosas; podía haber pagado sus diezmos; podía haber sido un judío ortodoxo. Él observaba todas las formas externas, porque eso le daría respetabilidad, y dignidad, y posición. Y sin embargo, con todo eso, el Salvador dice que era un NECIO. Hay un pasaje en alguna parte en la Biblia que dice, "lo que es altamente estimado para el hombre es una abominación a Dios". Dios mira las cosas de manera diferente que el hombre. Me parece mejor que un hombre nunca hubiese nacido que vivir y morir por este mundo, y no pensar en la vida venidera. Imagino a este hombre en su salón una noche. Hizo venir un constructor experto con algunos planes. Él va a derribar sus antiguos graneros y los construirá más grandes.
¡Bueno, eso no es dañino! Es mucho mejor levantar nuevos graneros que beberse los antiguos. Si él hubiese sido un borracho, se habría bebido todos los edificios. ¡Oh, cómo ilumina él! Él habla de la mejor hacienda en el valle. He visto estancieros semejantes cuando planificaban hacia dos años futuros. Ellos querían tener graneros mejores que cualquiera en el pueblo. Este hombre va a tener el mejor granero en todo el valle del Jordán. Su esposa dice, "iré a la cama; todos los niños ya han ido". Pero él queda despierto hasta la medianoche, preparando planes, y dice a su alma: 'Alma, repósate'. El viejo reloj señala la última hora del día; y el constructor dice: "debo ir; mi esposa me está esperando". Él desea al hacendado Simeón "Buenas noches", y se va. Pero Simeón ha quedado tan excitado por el granero que no puede dormir.
Él va a quedar despierto más tiempo. Es la una, todas las puertas están cerradas, las persianas aseguradas, todo tranquilo y silencioso. No se escucha el sonido de pie alguno, pero un extraño hace su aparición, y Simeón levanta la vista, y dice, "¡Oh muerte! No has venido a llamarme así repentinamente, ¿no?"
"Sí, esta noche tu alma debe serte pedida."
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