por Brendaliz Avilés
«Y aquel varón se llamaba Nabal, y su mujer, Abigail. Era aquella mujer de buen entendimiento y de hermosa apariencia, pero el hombre era duro y de malas obras; y era del linaje de Caleb». (1Samuel 25:3).
Disfruto mucho de tantas historias que nos relata la Biblia y esta en particular me agrada porque quien sobresale es una mujer. Una mujer que además de belleza poseía inteligencia, gracia y temor de Dios. Abigail fue una mujer que gracias a su buen criterio y juicio, actúo con diligencia y salvó a muchos de morir.
Algunos de los sinónimos para la palabra prudencia son: madurez, cordura, discernimiento, sensatez, buen juicio y sabiduría. Estas son cualidades que se desarrollan en nuestras vidas a través de la experiencia y las circunstancias que nos toca vivir. Si somos personas sujetas a nuestras emociones, seremos esclavos de ellas y nos expondremos a varios problemas. Porque no siempre se actúa con prudencia, por ejemplo ante una crisis. Mantener el control ante situaciones de mucho estrés y dificultad no es nada fácil, se requiere de dominio propio. Cuando somos expuestos ante sentimientos tales como la ira, la tristeza, la venganza, las injusticias que acontecen, se refleja claramente quiénes somos como personas y Quién habita en nuestras vidas, así como si estamos sujetos a las cosas de la carne o del Espíritu. Y con esto no quiero decir que vamos andar con una aureola y dos alas. Esto no quiere decir que invalidemos lo que muchas veces sentimos, sino que meditemos bien antes de actuar.
Las Sagradas Escrituras nos dicen que Nabal era un hombre perverso, de hecho, sus acciones ante la petición de David, nos demuestran qué tipo de persona era y dónde estaba su corazón también. Pienso que tenía poca inteligencia pero era muy egoísta. Sin embargo la Biblia se toma tiempo para detallarnos en palabras breves que Abigail tenía buen entendimiento. Y sabemos que una persona sabia es aquella que sabe cómo utilizar la inteligencia. Le da sentido y propósito a su proceder. Y cuando uno de los siervos vino a expresarle a Abigail cómo había procedido su esposo Nabal para con David y sus siervos ante la petición que ellos le habían hecho, ella tomó una acción inmediata.
Y es que hay ocasiones en que no podemos esperar mucho para actuar. Cuando Moisés fue a cruzar el Mar Rojo, atrás venían una multitud de enemigos, y Dios le dijo a Moisés que no era el momento de clamar sino de actuar. Él tuvo que cruzar el Mar Rojo y confiar en las promesas y fidelidad de Dios de que protegería a todo el pueblo de Israel. Hay momentos en que tenemos que actuar y dejar de darle vueltas al asunto. Si Abigail no hubiera actuado de la manera en que lo hizo, hasta la vida de ella misma hubiera estado expuesta al peligro, ya que David tenía planeado vengarse.
Creo que otra cualidad que Abigail poseía era que sabía cómo hablar. Es decir, sabía de qué forma utilizar sus palabras. En el versículo 17 de este capítulo, uno de los siervos le dice a Abigail que reflexione y vea lo que ha de hacer ante esa situación. El proceso de reflexión involucra análisis detallado de lo que se va a hacer mirando los puntos positivos y negativos y tomando en cuenta las consecuencias de las cosas. Ni corta ni perezosa veamos lo que hizo Abigail:
«Entonces Abigail tomó luego doscientos panes, dos cueros de vino, cinco ovejas guisadas, cinco medidas de grano tostado, cien racimos de uvas pasas, y doscientos panes de higos secos, y lo cargó todo en asnos. Y dijo a sus criados: "Id delante de mí, y yo os seguiré luego"; y nada declaró a su marido Nabal. Y montando un asno, descendió por una parte secreta del monte; y he aquí David y sus hombres venían frente a ella, y ella les salió al encuentro».
Como dijimos anteriormente, David estaba decidido a vengarse. Realmente se encontraba indignado, ya iba de camino y no pensaba dejar con vida a nadie. Sin embargo, observemos lo que las palabras sabias que emplea esta mujer lograron y a la vez evitaron:
«Y cuando Abigail vio a David, se bajó prontamente del asno, y postrándose sobre su rostro delante de David, se inclinó a tierra; y se echó a sus pies, y dijo: "Señor mío, sobre mí sea el pecado; mas te ruego que permitas que tu sierva hable a tus oídos, y escucha las palabras de tu sierva. No haga caso ahora mi señor de ese hombre perverso, de Nabal; porque conforme a su nombre, así es. Él se llama Nabal, y la insensatez está con él; mas yo tu sierva no vi a los jóvenes que tú enviaste. Ahora pues, señor mío, vive Jehová, y vive tu alma, que Jehová te ha impedido el venir a derramar sangre y vengarte por tu propia mano. Sean, pues, como Nabal tus enemigos, y todos los que procuran mal contra mi señor. Y ahora este presente que tu sierva ha traído a mi señor, sea dado a los hombres que siguen a mi señor. Y yo te ruego que perdones a tu sierva esta ofensa; pues Jehová de cierto hará casa estable a mi señor, por cuanto mi señor pelea las batallas de Jehová, y mal no se ha hallado en ti en tus días. Aunque alguien se haya levantado para perseguirte y atentar contra tu vida, con todo, la vida de mi señor será ligada en el haz de los que viven delante de Jehová tu Dios, y él arrojará la vida de tus enemigos como de en medio de la palma de una honda. Y acontecerá que cuando Jehová haga con mi señor conforme a todo el bien que ha hablado de ti, y te establezca por príncipe sobre Israel, entonces, señor mío, no tendrás motivo de pena ni remordimientos por haber derramado sangre sin causa, o por haberte vengado por ti mismo. Guárdese, pues, mi señor, y cuando Jehová haga bien a mi señor, acuérdate de tu sierva". Y dijo David a Abigail: "Bendito sea Jehová Dios de Israel, que te envió para que hoy me encontrases. Y bendito sea tu razonamiento, y bendita tú, que me has estorbado hoy de ir a derramar sangre, y a vengarme por mi propia mano. Porque vive Jehová Dios de Israel que me ha defendido de hacerte mal, que si no te hubieras dado prisa en venir a mi encuentro, de aquí a mañana no le hubiera quedado con vida a Nabal ni un varón". Y recibió David de su mano lo que le había traído, y le dijo: "Sube en paz a tu casa, y mira que he oído tu voz, y te he tenido respeto". Y Abigail volvió a Nabal, y he aquí que él tenía banquete en su casa como banquete de rey; y el corazón de Nabal estaba alegre, y estaba completamente ebrio, por lo cual ella no le declaró cosa alguna hasta el día siguiente. Pero por la mañana, cuando ya a Nabal se le habían pasado los efectos del vino, le refirió su mujer estas cosas; y desmayó su corazón en él, y se quedó como una piedra. Y diez días después, Jehová hirió a Nabal, y murió. Luego que David oyó que Nabal había muerto, dijo: "Bendito sea Jehová, que juzgó la causa de mi afrenta recibida de mano de Nabal, y ha preservado del mal a su siervo; y Jehová ha vuelto la maldad de Nabal sobre su propia cabeza". Después envió David a hablar con Abigail, para tomarla por su mujer». (1Samuel 25: 18-40).
Tremenda disertación la de esta mujer. Tal vez no se tomó mucho tiempo en decirla, pero sí fue lo suficientemente concisa y convincente como para hacer entrar a David en razón. Como para hacerle entender que Dios pelearía su batalla. El proverbista decía «que la blanda respuesta quita la ira». Vemos en esta mujer un ejemplo digno de imitar. Si Dios nos hizo seres pensantes, es para que examinemos y razonemos antes de actuar. Tenemos que tener valentía, esta mujer estuvo dispuesta a arriesgar su vida para poder salvar la de su esposo, la de sus siervos y la de ella misma.
¿Cuántas discusiones o peleas podrías evitar en tu hogar si tan solo guardaras silencio y escucharas? O si tan solo meditaras en si lo que vas a decir puede ser productivo o va a ser que el desacuerdo se intensifique y se cree una barrera más grande. ¿Cuántas heridas no se producirían si supiéramos cómo emplear bien las palabras que usamos en diversos momentos? Aquellos que aman a Dios no se dejan arrastrar fácilmente por las corrientes de la imprudencia.